La protagonista de esta historia, una ilustradora treintañera en paro, observa el mundo desde la ventana del minúsculo piso de protección oficial en el que vive. Para paliar la soledad y la angustia que la acompañan desde el estallido de una mortífera pandemia, vierte en un cuaderno, a modo de collage, sus más íntimas reflexiones mientras contempla recelosa cómo, tras meses de confinamiento, las calles retoman el pulso con un entusiasmo del que no participa: el dolor sigue todavía muy presente. Una voz poética que recrea con el hechizante magnetismo del sueño el estremecimiento de los dos mundos que separa la ventana.